lunes, 18 de agosto de 2008

Cuando las estaciones aún soñaban con la tierra

Hay que dejar que el tiempo haga su labor, pulirá la piedra hasta dejarla hecha polvo ¿qué podrá hacer conmigo? He de tener la paciencia del cuerpo que transpira, de la carne que se resiste a ser carroña. Así, ser al fin la morada quizás de mi mismo. Llegar a casa al caer la tarde y abrazar a los hijos, desconocer los años perdidos, soportar el peso de las vigas que amenazan con derrumbarlo todo y dedicarme a la espera mientras el reloj marca el regreso a lo mismo, a la hora del sí soy, sí estoy, sí digo.

Miento. Me espero entre los pastizales, tendido el cuerpo en la llanura, perdida entre las hojas erguidas al sol, es la tarde y los vientos vienen después de susurrar entre los árboles, nos besan con unos labios mojados, sabemos que traen olores de sal y sabores mortecinos, pero nos quedamos quietos, nos dejamos llevar como el gallinazo en la cornisa del cielo azul, más azul porque es verano y porque las estaciones aún sueñan con la tierra.

1 comentario:

  1. Hola Socorrito,
    pues me gusta bastante este poema. Creo que está muy bien escrito y representa un montón de cosas que -al menos- yo también siento. Que pesadez de tiempo, ¿no? Siempre pasando, y no para y cada vez pasa más deprisa...
    Un abrazo con 7 horas de adelanto (debido a los usos horarios) Hasta pronto!

    ResponderEliminar