martes, 12 de enero de 2010

Un salsaludo para La Banda

Vaya sorpresa generosa la voz tuya en alguna parte, las estrellas que puedo ver solo cuando la noche ha sobrepasado el meridiano y las calles en las que solo deambulan algunas gentes. Las gentes que más me gustan, los bohemios y las que buscan amores. ¡Qué difícil hablar por teléfono!, ¡qué inapropiadas las palabras! Escasos y limitados los gestos. Pero ¡qué alegre razón!, ¡qué alegre motivo! una modulación, una cadencia y un nombre. Es bello, como tu voz, como esa permanencia tan tuya en las cosas.

Sí, a vos tenía que llamarte con motes inapropiados, te conocí ese día más que ninguno otro... quería quedarme a tu lado, amanecer cerquita y saber cómo respirás cuando dormís, a qué olés cuando te despertás. Pero vos me has enseñado que todo se bifurca y discurre por caminos paralelos. Cuando te llamé, no pensé en llorar... la noche había sido perfecta, un nuevo bar todo lleno de señales, un 66 ineludible, un barquito, unos zapaticos italianos... ¿los zapatos viejos?, en fin... un letrero en el espejo del baño: "¿quién te lo prohíbe?”

La música, te decía, la música es un lugar de encuentro. Te acompaño. Iré a verte. Te lo prometo. No sé cómo, pero caminaremos y me enseñarás las calles desde las montañas y me dejarás sola porque estarás muy ocupado resolviendo tus asuntos cotidianos. Suéñate en el cine y despiértate en el autobús, disfruta el aire que se arremolina pesado en el parque de los Pies Descalzos y déjate caer en el de los Deseos mientras acondicionan la pantalla para el concierto del viernes por la noche. Esperame en el reloj de Colombia con la 70, ¿te acordás que fue el primero, junto con el de la Avenida Oriental con la Playa? Allí donde quedamos casi todos para el concierto del Willie Colon, ¿quién iba a imaginarse que a Willie se le aguaría la gira y que tendría que dejar plantados a los cientos de fanáticos que éramos? Pero el reloj en toda su novedad nos salvó del disturbio, de las sillas que volaron sobre las cabezas de los desprevenidos, de los gritos de rabia y desconsuelo de los que pagaron las boletas más caras y estuvieron de primeros para estar más cerca del escenario.

2 comentarios:

  1. Conozco una historia parecida, con sus bemoles, pero acontecida en otro lado del planeta. La salsa, la poderosa salsa.

    Gustavo Jaramillo

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  2. Hola Tavo, sí creo saber de qué hablás, esta mañana el Doc. Diego Gómez lo decía "Héctor Laboe sí que lo sabía, hey¡ Héctor! tú sí que estás hecho, siempre en la rumba y con..." Y ¿Héctor?, llevao... Esa sensación de pesadumbre, pero extrañamente gozosa de la salsa, ¿quién no la a probado?

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