sábado, 6 de septiembre de 2008

Un filósofo, un hombre

Cuando nos vimos en la cafetería de Derecho, había pasado demasiado tiempo desde tus confesiones inconclusas y mis muchas ideas sobre vos y él. Las guerras han ocurrido, los hombres han pasado días enteros matando frente a frente, siempre al enemigo. ¿Hay un plan para cada uno de nosotros? ¿la semilla, las eses, las hojas secas y muertas? Los infelices, que han mandado a la guerra tras banderas e ilusas fronteras, han muerto o ya no recuerdan más que sangre.

Vos hacías parte de la guerra, un filósofo, un hombre. Cuando me contaron que habías muerto ¿esperé? un suicidio. No fue así, el cielo se te cayó encima y tuve que pasar sobre tu cuerpo hundido en la oscuridad de tu noche.

Ahora, como siempre, el recuerdo va hacia a vos, se hace montaña, sube por las calles empinadas de C. viene y va a caballo o entre la recua de las mulas, está en la molienda, huele a café recién molido.

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